La Red Bull en el Canal Católico

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Quizá nunca notamos tan directamente la teatralidad de un rapero como Metalingüística como cuando lo vimos rapeando en Canal 13. La característica principal de los raperos de métrica en las batallas es una especie de desmedro del contenido en pos de la forma. Quedarse en la superficie del lenguaje con una excesiva riqueza léxica, que genera conceptos fragmentados, e inevitablemente, se torna poco discursiva. En su búsqueda de complejizar el lenguaje hasta el extremo, los métricos anulan su capacidad de decir algo. Pero el Metalingüística, transmitido por Canal 13, añadió un elemento teatral que produjo otro efecto. 

Es imposible que un freestyler rapee igual en un estudio de televisión y en una plaza. El espacio y entorno, dado que las batallas de freestyle son hechos públicos, es un aspecto fundamental del acontecimiento. El freestyle se alimenta de las reacciones y la interacción con el público, simulado en el estudio de Canal 13 por un círculo de competidores y jurados rodeando el escenario. Pero también hay un factor humano: vimos en Metalingüística una conciencia absoluta de la trascendencia del evento televisivo para su carrera, hecho evidente en su gesticulación y vocalización, en su nerviosismo y en su frase de despedida al ser eliminado: «pido disculpas a los que esperaban más de mí». Las batallas de gallos son competencias deportivas, pero el freestyle es un arte. El fenómeno es muy único. Aunque el antecedente de los payadores tenga muchas similitudes, es en la batalla de freestyle donde vemos exacerbado su carácter deportivo.

Algunos tipos de freestylers se adaptan más al formato televisivo que otros. Podemos definir a los raperos según su técnica principal. Los métricos o estructurales, los de ingenio (Rodamiento), los de morbo (Fusok), los conscientes (Stigma). El caso de Metalingüística y los raperos métricos es el de la tensión entre la búsqueda formal y el aspecto deportivo, lo que probablemente no los hace muy televisivos, a menos de que se compense con una teatralidad que busca constituir un personaje ahí donde no lo constituye la lírica. Ante la ausencia de discurso en las rimas, el freestyler métrico debe interpretar su discurso de forma corporal con vocalizaciones y gestos. Nos referimos al discurso y no al contenido, pensando en el discurso como la manera en que el contenido de las rimas define a quien las emite. En los freestylers métricos aparece un discurso ambiguo y abstracto, una identidad afirmada en el flow, concepto difícil de definir pero que se relaciona con la capacidad de construir variaciones rítmicas que interactúan de manera inesperada con la base. 

Los raperos que dependen del ingenio, recurriendo constantemente a juegos de palabras, como Rodamiento, funcionan particularmente bien en televisión. El espectador debe entender el carácter de competencia deportiva de los encuentros, y los juegos de palabras resultan particularmente didácticos al momento de dar cuenta de algunas de las habilidades principales del juego. La transmisión de la Red Bull por Canal 13 estaba enmarcada en un contexto didáctico, dado principalmente por una extraña doble conducción: por un lado estaban los MC’s que dirigían y arbitraban las batallas, Seo2 y Cayú, y por otro los conductores televisivos, el hiperventilado y verborreico Sergio Lagos, y un periodista devenido hiphopero, MC Rama. Estos últimos intervenían antes y después de cada batalla, explicando las reglas de los encuentros, en un tono impostadamente televisivo y blanqueado (con la infaltable autorreferencia de Sergio Lagos a su infame presentación de Daddy Yankee en el festival de Viña 2006: «evolu, revolu, evolución»), que solamente recalcaba el verdadero significado televisivo de la transmisión. Esta era la presentación en sociedad de las batallas de freestyle, el acercamiento de la generación de raperos millenial (y xilenial) a las generaciones mayores, público objetivo de la televisión.

En una pausa entre dos batallas Sergio Lagos nos cuenta que Atri (rapero que equilibra ingenio y métrica, con elementos de conciencia) «para prepararse lee libros de los existencialistas, como Sastre (sic)». La revelación, tan sorprendente para Lagos como debe ser para el espectador prejuicioso, busca presentar un nuevo tipo de cultura del rap, una que busca cierto grado de aceptación oficial, de reconocimiento dentro de la alta cultura, al incorporar referencias “cultas”.

«Le gusta el existencialismo a este compadre,

Después de la metamorfosis manda cartas a tu padre».

–Rodamiento.

Si esta era la presentación en sociedad de una generación de freestylers, ¿qué es realmente lo que estaba siendo presentado, a nivel de discurso? Una de las variantes de la disciplina fue excluida de la Red Bull, y ha sido excluida constantemente de los grandes torneos: los raperos de morbo. El morbo es una técnica más bien humorística, y consiste en insultar al oponente del modo más ofensivo y vulgar posible. El morbo es rechazado por los sectores más puristas de la cultura del hip hop (es el enemigo natural de los raperos conscientes), y es excluído de las competencias internacionales por su vulgaridad y localidad, pero es el subgénero que generó el salto viral a la fama de las batallas de freestyle, y el más disfrutado por el público adolescente. Basta recordar una rima de Fusok, que se convirtió en la más viral de los últimos años, y que desde entonces ha sido referenciada en batallas subsiguientes:

«No es Paloma Mami, 

tu mami el palo me mama».

Por supuesto, los freestylers de morbo no fueron convocados a la Red Bull, ni incluídos en la presentación en sociedad de las batallas en el canal católico. Su contenido es doblemente ofensivo: espantan a los conservadores con sus referencias sexuales y blasfemas, y a los progresistas con su desprecio e ignorancia de las causas sociales e identitarias. Pero el morbo es el que se lleva la mayor cantidad de visitas en Youtube , el más viral, y el más celebrado por el público en vivo (consideremos que la celebración de las rimas por parte del público es un aspecto fundamental, definitorio de la calidad de las rimas en batalla).

De no ser por la inclusión de algunos raperos de la variante consciente, la Red Bull habría sido pura competencia ténica y deportiva. Libre de ideologías, totalmente desprovista del rapero arquetípico, que usa la música como una herramienta de descontento político y social. Varios de los exponentes demostraban cierta incomodidad ante el hecho de ser transmitidos por las pantallas del canal católico. Pero esto era lo esperado: pensemos que la transmisión era un experimento con los prejuicios del espectador. El público que sigue la Red Bull la habría visto transmitida o grabada por internet; la meta era ahora confrontar al público general, no especializado, con las batallas. Los prejuicios corren de lado a lado, y los raperos conscientes se enemistan con la transmisión misma, construyendo la narrativa de un complot del sistema para mercantilizar la cultura hip hop.

Stigma, el rapero de mayor trayectoria en la competencia (tiene 25 años, pero es una especie de veterano en relación a sus rivales), pone la consigna social en primer término de sus presentaciones. Antes de empezar su ronda contra Acertijo, con la pista ya sonando, recita: «Queremos que caiga el presidente, el hip hop invade tu televisión», declarando una enemistad entre el rap y la tele, y siendo prácticamente el único rapero que la sostuvo durante toda la transmisión. Una de sus primeras rimas declara «hip hop nunca ha sido entretención, que le quede claro a la gente en la televisión». Y al tomar aquella postura, Stigma hace lo que todos esperábamos que algún rapero hiciera durante la transmisión. La presencia de la conciencia social de Stigma produce el efecto contrario al que él esperaba. Es el momento de validación de la televisión, el cumplimiento del sueño del canal de Luksic de ser la pantalla democrática, a la que concurren los discursos de todo tipo, justamente anulando el efecto de la polémica. Recordemos que el 13 es el canal donde un matinal invita a Hermógenes Perez de Arce, apologista de la dictadura, escudándose en un ideal democrático de «dar espacio a todos los puntos de vista». Los puntos de vista, nos recuerda astutamente Canal 13, son solo eso, y son incapaces de llegar a ser realmente amenazadores para el poder, siempre y cuando el poder esté dispuesto a transmitirlos. Stigma pelea solo contra un espejismo represivo, y se encuentra con una ausencia total de confrontación, y con la libertad absoluta para cerrar su ronda con un inventario rápido de todas las consignas: «Recuerden, asamblea constituyente, paz en la araucanía, ni una menos»-

Stigma dice esto último para despedirse, después de haber perdido contra Acertijo. La narrativa convencional indica que Stigma debía perder. Su discurso lleno de consignas, sólo se completa ante la injusticia de un sistema operando para silenciarlo, pero todo queda en un simulacro insípido. En los comentarios de la transmisión vía youtube, se difunde un mensaje: «Tongo a Stigma». Lo peor que le podría haber pasado sería ganar: habría sido la evidencia más concreta de que la censura y la represión del canal católico no es tal. Y lo cierto es que el canal no censura los discursos sociales, las reivindicaciones, ni siquiera las amenazas directas al presidente, ni las críticas al canal mismo. Lo que se censura es el morbo, el mal gusto, aquello que podría perturbar o alejar al espectador masivo.  En consecuencia, se construye una imagen del freestyle como una disciplina de ingenio (sus principales exponentes, Rodamiento y Acertijo, llegan a la final), y a los freestylers como jóvenes cultos (las referencias al existencialismo), esforzados y perseverantes. «Y no se lo mandó a decir con nadie» dice el comentarista Mc Rama al terminar una ronda.

Pero hubo una narrativa oculta durante la transmisión, que involucra a la gran figura del freestyle chileno de los últimos años, también el participante más joven de la competencia, El Menor.

Sergio Lagos le pregunta a Mc Rama por qué El Menor hablaba de su regreso. Mc Rama le responde que es porque el mensaje del hip hop es de perseverancia y superación personal. Por un momento, pensamos que se van a referir directamente al proceso de rehabilitación por el que tuvo que pasar El Menor (de diecisiete años), y que lo tuvo fuera de las competencias durante un tiempo. El hecho es mencionado por los oponentes de El Menor en prácticamente todas sus batallas. Los conductores lo omiten y lo disfrazan con una extraña e infantil caricatura de mensaje de superación. El Menor introduce un ámbito de la realidad que la televisión no puede transmitir, y los conductores lo omiten directamente, pero lo vimos ahí, en vivo, como una especie de fisura o falla en la construcción de la ficción televisiva. En términos Ruizianos, la televisión está mostrando la hilacha. Y la hilacha justamente se muestra cuando se la quiere ocultar. 

El Menor es un prodigio, con el temperamento de un genio, la seguridad de quien sabe que es bueno, y la arrogancia de lo que es: un adolescente. Cuando es convocado a una de las batallas, se le ve entrando al escenario taimado, diciendo «Ahh, no quiero». Su imagen está construida en torno a un enojo que nunca se encarna en nada en particular, una especie de rabia primordial que uno forzosamente tendría que atribuir a un entorno social, pero que es más bien una impronta y un temperamento artístico. El regreso a las pistas de El Menor pone en aprietos a todos los demás competidores, aunque se ve que no está en su máximo potencial.

Cuando Acertijo le gana la batalla a El Menor, le dedica la batalla a toda «la gente que critica a los que se caen». La naturalidad con la que los competidores tratan el proceso de rehabilitación y los problemas con las drogas de El Menor es proporcional a la incomodidad de los animadores televisivos, que mantienen la omisión, como si el espectador no fuera capaz de procesar el contenido de las batallas por sí solo.

La batalla final, entre Acertijo y Rodamiento, es una buena muestra deportiva de los skills. Dos raperos de ingenio en plena forma, logrando clavar un juego de palabras en cada rima. Rodamiento sorprende por su capacidad de concentrarse en una temática exclusiva, la denostación intelectual del rival (su insulto principal, paradójicamente apropiado para la televisión, es “tonto”). Acertijo comienza a incluir elementos de discurso consciente: un competidor inteligente sabe que no puede ganarle al oponente en su propio terreno, el ingenio, sino que debe sacarlo de su zona de comodidad. Acertijo parece mucho más contundente al incluir consignas políticas y sociales. Un momento muy ejemplificador de nuestra época ocurre cuando Acertijo hace una rima sobre violar las reglas. Rodamiento le responde criticando su utilización de la palabra violación, aludiendo a una hipocresía al utilizar un término que podría ser leído como inapropiado bajo el lente de la violencia de género. «Estamos en Canal 13, ¿qué se espera? ¿Que me desespera esta carrera? / Los derechos también se violan, a punta de pistola, preguntale a Piñera». Responde Acertijo y gana la final.

La transmisión de la Redbull en Canal 13 es un ejemplo poco sorprendente de la capacidad camaleónica del sistema para aprovechar cualquier nicho comercial prometedor. El ascenso en público y fama de los freestylers y las batallas hacían prever un fenómeno de este tipo. Quizás es un poco más sorprendente el servilismo de los mismos freestylers (con excepción de algunos como Stigma) a las nociones de éxito y triunfo. La deportización del freestyle es un terreno sumamente fértil para la despolitización del hip hop, y es quizás la razón por la cual las batallas de freestyle se masifican en una generación con ansias de éxito y triunfo, mayores a la necesidad de constitución y coherencia de un discurso. El discurso es reemplazado por una construcción de la imagen, o más bien el simulacro, simulacros de éxito, de fama, de calle, de consciencia social, simulacros al servicio de la competencia, armas de lucha no contra un sistema, sino contra un rival en el sentido más deportivo del término, en una lucha por ganarse un lugar en el sistema. 

Lo interesante está en aquello que la televisión no logra (o no puede permitirse) transmitir, quizás son las grandes pistas de los puntos ciegos de la pantalla democrática del Canal de Luksic, como el problema de drogas y rehabilitación del El Menor, o la vulgaridad ofensiva de los raperos de morbo. No neguemos la capacidad de las mentes detrás de la transmisión para predecir o comprender las reacciones del público masivo. Aquello que Canal 13 elige no mostrar, es lo que el país no quiere ver. La vulgaridad, la violencia, la marginación, la dependencia a las drogas, temáticas fundamentales del rap desde hace ya 40 años, y que se exige a los nuevos freestylers omitir para ingresar a la masividad. El espectador promedio comprende el código televisivo igual de bien que el productor de televisión, y el ingreso del ámbito más violento de la realidad no puede ser sostenido en medio de anuncios de auspiciadores y las vergonzosas verborreas de Sergio Lagos. Simplemente, pertenecen a dos mundos irreconciliables. Las consignas sociales y políticas, por otra parte, tienen cabida absoluta y dan réditos al canal bajo la etiqueta del pluralismo. 

Los cientistas políticos hablan del gatopardismo (en referencia a una novela italiana de los ‘50) como la doctrina política que postula que «para que todo siga como está, es necesario que todo cambie». Cambiar todo para que no cambie nada ha sido la técnica principal del sistema para sobrevivir a los beats, a los hippies, los punks, el new age, el grunge, el hip hop. La desconexión de las consignas sociales con su contingencia material, con la urgencia de la marginalidad, son síntomas de un país sanitizado y a la vez dispuesto a dar cabida a todo lo que no moleste ni subvierta. Más bien, un lugar que acepta dar cabida a cambio de esa anulación de los efectos políticos de la consigna. Consignas que aparecen y fenómenos sociales que son omitidos al mismo tiempo, en la misma transmisión.

Tras ganar la final, Acertijo se despide diciendo «Acá todos votamos apruebo, vamos a cambiar la constitución de los ‘80». La última imagen del programa es Acertijo apuntando a su polera, que tiene estampada, en estilo graffiti, la sigla ACAB.

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

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