El poema siempre es un tránsito: para muchas personas, funciona como una sucesión de imágenes, reflexiones y una puerta a una inteligencia ajena. Chagall Acevedo intenta llevarlo un poco más allá, y hace de sus poemas una colección de momentos móviles. Como en varios viajes, de duraciones disímiles y destinos variados, el puntapié inicial de cada reflexión es el movimiento motorizado. En ese ir y venir podemos ver, desde la ventana del copiloto, a las familias que cruzan la calle, listas para entrar a la misa del domingo; los baches y las líneas irregulares del asfalto; o a las víctimas de un choque en medio de la carretera.
Sin embargo, el paisaje no es lo único que sucede en un viaje. Hay, también, un movimiento interior que debe explorarse mientras el hablante va desde un punto a otro. Desde ahí, nacen reflexiones asociadas al entorno: ver a las personas dormir, escrutar el estrecho pasillo del bus o, simplemente, especular sobre qué se esconderá en los caminos cuando se asoma la noche. El viaje en estos poemas, entonces, se vislumbra desde varios frentes. Como si fuera una carretera que no acaba nunca, a pesar de que se espere un viaje breve. Como si las curvas, las panas y el cansancio se quedaran en el cuerpo del copiloto cuando piensa que, por fin, el auto va a detenerse.
*
Al dios del camino
no se le reza
de rodillas hay una animita en cada
entrada y salida de la carretera
que nunca termina solo se desenrolla
no son
lugares fijos ni siquiera
son lugares nadie
puede dormir en una carretera a no ser
que sea en movimiento con
la boca abierta roncan
incómodos los pasajeros
hasta que los despierta
un choque se encomiendan
los pilotos al dios
de las carreteras los túneles
son lugares fuera
del juicio de sus ojos
*
Le prestas atención a
cualquier cosa te marea bostezas
para morder aire ves
inmóvil la película se mueve
en las líneas blancas del asfalto llegas
al túnel te mareas bostezas
te lagrimean
los ojos
centras la vista sobre algo
que no gire
cambias
la música calculas
cuánto falta más
o menos para llegar
*
Árbol amarillo junto
a la carretera rodeado
por un océano de malezas cuando
eso termina desaparece en la ventana
por ahora solo
este paradero
Junto a la pasarela
una familia
de cuatro
con faldas blancas y trajes demasiado
grandes madrugando
vestidos de iglesia miden
el tiempo entre palabra
y palabra extienden
el silencio hasta que la vista se agota
*
El traqueteo del motor suena
al vientre
de tu madre antes que nacieras
por la noche hay poco que mirar en los caminos
supongamos que por eso
se duerme la gente
*
Cuando nos despedimos los
bichos chocaron con el parabrisas
nos alejamos rápido pasamos
el resto del día
en auto en
silencio mirando la vegetación
desintegrarse canciones
repetidas señales de tránsito
carteles con
tractores verduras congeladas pernos
moteles se vende
empanadas desayunos bombas
de bencina
números que indican
velocidad camiones
que cargan troncos
apilados como un conjunto
ordenado de recuerdos
a veces se eleva una polvareda
Te obliga
a cerrar las ventanas